Amanece en Azuel un día gélido, la lluvia que tanto decían que iba a caer parece no escucharse en la calle, me levanto y compruebo con alegría infantil como efectivamente el agua no aparece en forma de gotas pero si de nieve. Y que mejor lugar que el Cerro del Tomillo para comprobar lo bien que le queda el manto blanco a nuestro pueblo.
La espesa niebla no deja ver el pie de monte que nos separa de Sierra Madrona y dan un aspecto más blanquecino si cabe a los olivos y encinas que rodean a nuestra pequeña población que parece se va a deslizar sobre la nieve a través de la ladera en la que se encuentra.
No son muchas las ocasiones en las que podemos disfrutar de un pequeño manto blanco y por ello no desaprovechamos la ocasión y cruzamos la carretera nacional para desde la loma de enfrente tener otra perspectiva.
La nieve, para los que no estamos acostumbrados, es bonito verla sobre los campos y tejados, pero no es bueno verla sobre las encinas y esa preocupación se hace notar entre la gente del campo. Aunque todos dejan por último una frase esperanzadora: año de nieves...
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