Esta ruta parte desde el campo de fútbol de Fuencaliente, que se encuentra siguiendo las indicaciones de las pinturas rupestres de Peña Escrita que aparecen en la Carretera Nacional una vez pasado el pueblo dirección Puertollano.
La podemos realizar en coche (la pista está en buen estado) o a "patitas" según tengamos más o menos ganas de andar.
Debemos de coger la pista que va hacia la izquierda y sigue hacia las pinturas rupestres de la Batanera. Estas las dejamos un poco más adelante a nuestra izquierda, nosotros continuamos ascendiendo por la pista hasta que pasado un buen trecho y unas mejores vistas llegamos hasta la entrada a la finca "Valmayor". En dicho collado podemos hacer parada y disfrutar del entorno maravilloso que se nos presenta ante nosotros. Un inmenso bosque de robles melojos, salpicado por algunos pinos.
La ruta la realizamos esta primavera de 2011 y el espectaculo es sobrecogedor, infinidad de robles alineados con un verdor esplendoroso. Además podemos observar infinidad de peonías, una flor muy parecida a las rosas, que se dan en determinadas latitudes con un clima muy específico y una humedad concreta. En este robledal se pueden ver grandes rodales de peonías formados por más de 50 de estas preciosas flores.
Si tenemos fuerzas podemos subir hacia la izquierda por un pequeño pinar hacia la izquierda, luego atravesamos un pedregal y si miramos hacia la ladera contraria nos encontraremos con una imagen sobrecogedora de robles y pinos que parecen formar letras en la montaña.
Si contiuamos el carril hacia la izquierda y abajo se nos aparece un pequeño arroyo y justo al lado de una cadena que impide el paso de los coches podemos ver una antigua mina romana de hierro.
El lugar está presidido por una zona de turberas que se forma en medio de los robles y atravesada por el arroyo.
El lugar es ideal para la observación de aves, pudimos ver una pareja de águilas reales, pitos picapinos, pinzones, reyezuelos, carboneros, herrerillos.
Apurando un poco nuestras fuerzas seguimos por el carril, atravesamos una cancela cerrada (que hay que dejar exactamente igual de cerrada cuando pasemos) y pudimos observar como dicha vereda conduce hacia el camino que va de Ventillas hasta Solana del Pino, las vistas son fantásticas.
El camino era tentador pero las fuerzas no tanto y decidimos darnos la vuelta y dejar el sendero para otro día con las energías renovadas.
Recomendamos darse una vueltecita por estos lugares también en otoño ya que es cuando el roble melojo toma el color que le da su nombre.