Hasta los años 60 del siglo anterior era habitual el ver por los campos una figura tan habitual como el carro de labranza, este era el medio de transporte ideal para que labradores y ganaderos pudiesen transportar las cosechas recogidas hasta los lugares de almacenaje o venta. Hoy día resulta un tanto penoso el comprobar como estas reliquias se están pudriendo abandonadas en cortijos solitarios que todavía conservan algunos ejemplares.
Logicamente estos carros necesitaban gente experta que los fabricara y es ahí donde aparece la figura del "carretero" el cual se encargaba de la fabricación de estas autenticas obras de arte. Este debía de tener como colaborador inestimable al herrero ya que cada vez más se utilizaban elementos de hierro en la fabricación del carro.
Este carro estaba tirado por bueyes, mulas y en concreto en nuestra zona existe, todavía, una variedad de vacas que son "las pajunas" famosas por la capacidad de tiro que tenían.
El carro de Yugo o de Ubío era el más solicitado y solía ir tirado por parejas de bestias enganchadas a la viga por un yugo o ubío.
Las distintas denominaciones que recibían las partes que constituyen un carro son un alarde de sabiduría: las costillas , teleras, el lomo, viga, pertiga, cabezales, garrotes, varales, hiniestros, tapiales, tentemozos, levantacarros, palominas, eje, torno, yugo, dentejón, mataguey, sobeos, camellos, volanderas, escuadras, tesador, etc, etc,. Esto da una leve idea de lo complejo que era una cosa tan sencilla como un simple carro de labranza, y que nos viene a demostrar que el personaje del "carretero" era un autentico ingeniero industrial de la vida campera.
Este era un oficio transmitido de unas generaciones a otras pero con la inmensa dificultad que representaba la fabricación del complejo entramado que es el carro. La mejor definición que existe sobre este oficio la podemos observar en el siguiente pasaje de un filosofo taoista en la que un carretero se disculpaba ante el filósofo por una insolencia suya, y lo hacia de la siguiente manera:
"Me disculpare como un hombre de mi oficio, exclamo el carretero. Cuando fabrico una rueda, si lo hago con poca intensidad, el resultado será débil si lo hago con mucha intensidad, el resultado será macizo; si lo hago, no se como, el resultado será conforme a mi ideal, una buena y hermosa rueda; soy incapaz de definir este método; es un truco que no puede ser expresado, hasta tal punto que no he podido enseñárselo a mi hijo, y a mis 70 años, para obtener una buena rueda todavía es necesario que la haga yo mismo. Los antiguos sabios difuntos cuyos libros están leyendo, ¿acaso han podido hacerlo mejor que yo?, ¿han podido depositar en sus escritos sus trucos, su genio, lo que hacía su superioridad frente al hombre vulgar?. De lo contrario los libros que lees no son, como he dicho, mas que los detritus de los antiguos, el desperdicio de sus espíritus, los cuales han dejado de ser."
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