Primavera radiante en Sierra Morena, un paseo por la ingente cantidad de carriles que hay por todo este nuestro "gran cortijo" y en un recodo del camino descubrimos a una perdiz roja con su prole de pequeños perdigones que estaban en medio del camino revolcándose ("espurgandose") en la arena. Nos quedamos quietos para inmortalizar el momento y no molestar a la familia.
De pronto vemos como la madre mira hacia arriba y se queda petrificada, acto seguido sus pequeños acuden a su regazo y los que están más lejos se quedan quietos y pegados a la tierra. ¿Que pasa, que les ha hecho adoptar esta postura?
Miramos al cielo y ahí está la respuesta en forma de esbelta figura de águila imperial buscando alimento, seguramente, para otra prole que estará esperando en su nido a que regrese con algo que llevarse al pico.
Fueron momentos de incertidumbre para nosotros e indudablemente para la perdiz, en los que pensabamos que queríamos que pasase. La naturaleza es así de cruda y real, para que unos vivan otros tienen que morir.
De pronto vemos como la reina de los cielos de Sierra Morena se desplaza hacia otras lomas y la perdiz aprovecha el momento para poner a salvo a todos sus perdigones que raudo y veloces siguen el comportamiento de su madre buscando refugio hacia la maleza.
Son breves instantes los que tardan en desaparecer en la espesura del matorral.
Sentimos alivio por ellos y estamos seguro que la imperial encontraría otro momento más oportuno en otro lugar y con otros protagonistas.
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