Hoy podemos aprovechar y darnos una vueltecita por el Valle de Alcudia, con final en la Encina Milenaria. Tomamos la carretera y salimos del pueblo dirección a Puertollano, pasamos por Fuencaliente e inmediatamente después pasamos el puerto de Valderrepisa, poco después pasaremos el de Niefla y es ahí donde se nos abre el colosal Valle de Alcudia en toda su extensión. Antiguamente pastaban en estas tierras más de 5 millones de cabezas de ganado, llegados desde todos los puntos de la península. Gracias a las cañadas reales, los transhumantes podían llevar el ganado a los ricos pastos de estos parajes. En el mismo puerto de montaña sale una pequeña carretera que sube a unas antenas de telefonía movil y desde el que podemos contemplar la grandiosidad del valle que tiene una extensión superior a los 100 kms de largo.
Una cadena al principio puede impedir que subamos con el coche, pero merece la pena en todo caso hacerlo andando (poco más de un kilometro) y recrearnos con sus vistas.
Prosiguiendo nuestro camino dirección Puertollano y una vez bajado dicho puerto, enfilamos una gran recta y al poco aparecera un camino a nuestra derecha (sin señalizar) hacia donde debemos de girar. Vemos unos letreros que anuncian la ""Encina Milenaria"
Tenemos que seguir por esa pista de tierra en muy buen estado y aproximadamenete a unos 800 metros tenemos que girar otra vez hacia la derecha y en busca de una cortijada que se nos aparece a lo lejos. En su trayecto nos podemos encontrar con numerosas aves entre la que pescamos a este alimoche. No es nada raro contemplar el vuelo majestuoso de los buitres leonados o negros, el aguila real, calzada, culebrera, además de la esquiva cigueña negra entre otros.
Aparcamos a la entrada del cortijo, procuraremos dejar el coche en un sitio que no moleste para la entrada y salida de vehículos agrícolas, y nos disponemos a dar un pequeño paseo hasta tan singular árbol. No debemos olvidar que estamos en una propiedad particular y que no hay que hacer más ruido del necesario.
El camino se bifurca y debemos de coger el de la izquierda.
Pasamos una primera cancela, no olvidar que siempre hay que dejarla tal como nos la encontremos (si está cerrada, cerrada, y si está abierta, abierta).
Una segunda cancela pequeña que da a una dehesa de encinas
Y ya se atisba el monumental árbol al que nos iremos acercando por una pequeña vereda.
Las dimensiones conforme nos acercamos nos parecen descomunales. Tal es así que cuentan que le llaman la encina de las mil ovejas porque su sombra puede llegar a cobijar a ese número de animales.
Animales de dos patas, en este caso, a los que hay que advertir que no se suban al árbol por los daños que puede sufrir (el árbol claro).
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