Uno de los pequeños/grandes placeres que da el "carrilear" es el poder sorprender a una perdiz desde la ventanilla de nuestro coche e intentar descubrir sus perdigones dispersos por la maleza donde rebuscan pequeños invertebrados y semillas que constituyen su principal dieta. Y realmente no es fácil el verlos porque ante el menor aviso de su madre no dudan en "achantarse" en el suelo y no se mueven de ahí, con lo que verlos no tarea sencilla.
Si somos pacientes y apagamos el motor del coche veremos como este hecho hace que la madre los reclame y se peguen a ella buscando su protección. Con lo cual podremos verlos mejor e incluso hacerle alguna foto pudiendo comprobar como se van haciendo mayores.
Conforme pasan los minutos van cogiendo confianza y vuelve a separarse de la madre y a dispersarse por la maleza, con lo que vuelven a desaparecer, casi, de nuestra vista mientra siguen dedicándose a la pitanza. Suerte la nuestra, la que tuvimos esta primavera pasada, de poder observar estas bellas escenas y compartirlas como un bonito trofeo de "caza" fotográfica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario