Puente Medieval sobre el Rio Guadalmez: los tiempos de la Mesta

Como ya he comentado en otras ocasiones estas tierras de Sierra Morena Oriental son un cúmulo de sorpresas unas tras otras. En esta ocasión se nos aparece ante nuestros ojos un maravilloso puente medieval sobre el río Guadalmez.

Estos puentes eran fundamentales en las comunicaciones y fueron el resurgir de la economía de la edad media. La mayoría de los puente medievales tiene un número impar de arcos siendo los laterales más pequeños que los centrales. 

Adosados a ellos se colocaban "tajamares" de planta angular, orientados aguas arribas para dividir la corriente y aliviar la presión que pudiera ejercerse.

Una prueba evidente de que funcionan a la perfección lo constituyen esta enorme encina que en una crecida del río se llevo por delante la corriente, mientras que el puente ha permanecido intacto.

Estos puentes eran fundamentales en las comunicaciones y seguramente esta infraestructura formaba parte de la Cañada Real Soriana Oriental, que con más de 800 kilómetros es la más larga de todas, comenzando en Soria y terminando en Sevilla.

   

Esta Cañada Real pasaba por el Valle de Alcudia, donde pastaban millones de cabeza de ganado, no olvidemos que el Real Consejo de la Mesta era la más poderosa organización ganadera de la época. Y ello contribuía a que las infraestructuras se volcasen en sus intereses económicos.

Esta cañada entraba en Córdoba por el río Guadalmez y de ahí hacia Torrecampo y el Valle de los Pedroches, continuando hacia Córdoba ciudad, Ecija y finalizando en Sevilla.

Su estrechez podría valer para hacer un conteo del ganado, que valdría no solo para llevar un control del mismo por el pastor, sino que además valía para pagar un "pontazgo" que era un impuesto por el paso de mercancías de un lugar a otro.

Otra sorpresa que nos aguarda en dicho puente es una letrina  de gineta, aprovechando un ladrillo caído, nuestro querido animal ha elaborado un más que nutrido "cagadero" que no solo vale de aliviadero sino que principalmente consisten en marcar su territorio. Advirtiendo a otros congeneres que esos dominios están conquistados por ella.

La disposición de arcos crecientes hacia la mitad genera un perfil a dos vertientes con el característico "lomo de asno".  

Si a todo ello le añadimos la explosión primaveral, el lugar no puede ser más idílico
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