Ya escuchamos este año los gárrulos cantos de los críalos (Clamator glandarius) y como la pareja se pasan de una encina a otra intentando engañar a las urracas para poder posarse en su nido y dejarles un huevo que no les pertenece y que finalmente será una cría que alimentarán unos padres que no son los suyos. Y es que son unos auténticos especialistas en parasitar nidos de córvidos.
Cuando vemos esos movimientos sobre una determinada encina tan solo hay que buscar donde se encuentra el nido que quieren parasitar, y además normalmente aparecen las urracas defendiendo su territorio y pareciendo saber que los críalos no pretenden nada bueno. Cada hembra de críalo puede poner unos 25 huevos por temporada, eclosionan unos días antes que los de las urracas y eliminan la competencia de dos formas, o bien dejandolos sin alimentos o bien aplastandolos y por asfixia. Cuando las crías tiene aproximadamente algo más de tres semanas se unirán a sus progenitores para luego hacer el viaje postnupcial junto a ellos.
Y es que la estrategia no puede ser mejor, mientras el macho entretiene a las urracas la hembra se encarga de posarse en el nido y dejar el huevo. Parece mentira que unas aves tan listas como las urracas puedan ser "tangadas" de esta forma por este cucúlido, que tiene la misma forma de procrear que su pariente. Al final y después de varios intentos habrán conseguido la perpetuación de la especie y en el caso del nido de las urracas vale aquello de "quien roba a un ladrón....".
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