Desde hace más de 8 siglos los peregrinos utilizan este camino que va desde Andujar hasta el santuario de la Virgen de la Cabeza, atravesando lugares preciosos por el mismísimo corazón del un parque natural donde águilas imperiales y linces ibéricos campean a sus anchas. Hoy os propongo hacer parte de este recorrido partiendo desde la ermita de San Ginés y llegando hasta Lugar Nuevo.
El comienzo lo haremos desde la misma ermita de San Ginés y para acceder a ella hay que tomar desde Andujar la carretera que lleva al santuario y a unos 15 kilómetros. Una vez que pasemos el centro de visitantes de Viñas de Peñallana sale un pequeño carril asfaltado que tras subir otros nueve kilómetros nos dejará en una explanada frente a dicha ermita.
Ya desde ahí tendremos unas bonitas vistas tanto del camino que nos queda por recorrer con Sierra Madrona al fondo, como del que viene desde las llanuras que rodean a Andujar y lejanas montañas jienenses.
A partir de aquí tomaremos dirección hacia el santuario por un carril que al comienzo será un pequeño descenso y dominado por el monte mediterraneo entre jaras, jaguarzos, encinas, retamas, etc.
Al poco cruzaremos el arroyo del Gallo, un lugar simbólico para miles de peregrinos y donde reciben el bautizo los que por primera vez hacen el camino hacia la Virgen de la Cabeza.
Pronto dejaremos el carril para tomar un sendero que, de canalizar el agua de escorrentía y las miles de pisadas que lleva soportadas, se encuentra encajonado entre los matorrales aledaños.
Otro lugar de parada obligatoria es el mirador del peregrino, un sitio donde veremos por primera vez el santuario a lo lejos y encima del Cerro del Cabezo.
A partir de aquí comenzaremos un descenso prolongado hasta el valle del Jándula, primero entre pinares.
Hasta que lleguemos a la Cuesta del Madroño, donde la pendiente se hará mucho más pronunciada y en la que deberemos de tener cierta precaución sobre todo si el suelo está mojado, ya que podemos resbalar y darnos algún tortazo.
En dicha cuesta observaremos numerosos ejemplares del árbol que le da nombre a la misma.
Tras unas dos horas llegaremos al valle del Jándula y al puente que lo cruza y que será el final de nuestro trayecto.
Es un buen lugar para degustar las viandas que llevemos junto al corazón de este extraordinario parque natural y si aún nos quedan ganas de andar más podemos seguir hasta el santuario, para lo que invertiremos otra hora más y en fuerte pendiente. Eso ya lo dejaremos para otro día.
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